miércoles, 28 de septiembre de 2016

Carta de un bebé

Carta de un bebé

¿Hola mamá, cómo estás? Yo muy bien, gracias a “Dios”

Hace apenas algunos días que me concebiste en tu barriguita.
Realmente, no puedo explicar lo feliz que me siento de que tú vayas a ser mi mamá.

Otra cosa que me llena de orgullo es ver el amor con que fui concebido.
¡Todo parece indicar que seré el niño más feliz del mundo!
Mamá, ya hace un mes que fui concebido y comienzo a ver cómo mi cuerpecito empieza a formarse, yo sé que no soy tan bonito como tú, pero ¡Dame una oportunidad! ¡Estoy muy feliz! Pero hay algo que me preocupa...
Últimamente he notado que hay algo rondando en tu cabeza que no me deja dormir, pero está bien, eso pasará, no te desesperes.
Mamá, ya pasaron dos meses y medio, estoy muy contento con mis nuevas manos, ya tengo ganas de usarlas para jugar.

Mamita, ¿Me dices que pasa?     
¿Por qué lloras tanto todas las noches???
¿Por qué cuando papá y tú se encuentran, se gritan tanto uno al otro?
¿Ya no me quieren? Voy a hacer todo lo posible para que me quieran...

Ya pasaron tres meses, mamá,  te noto muy deprimida, no sé lo que está pasando, estoy muy confundido.
Hoy por la mañana fuimos al médico y el nos dio una cita para mañana...
No sé para qué, yo me siento muy bien...
¿Acaso tú te sientes mal, mamá?
Mamá, ya es de día, ¿A dónde vamos?  
¿Qué está pasando mamá?
Mamá, no te acuestes, apenas son las dos de la tarde, no tengo sueño, quiero seguir jugando con mis manitas.
¡Ah!!! ¿Qué hace ese tubito cerca de mi??
¿Es un nuevo juguete?? ¡Mira!!!
Oye, ¿Por qué están absorbiendo mi casita??
¿Señor, espere porqué se la lleva?? 
¿No se da cuenta que me lastima??
¿No ve que aún soy muy pequeño para defenderme solito?
¡Mamá!!! Espere... ¡Esa es mi manita!!
Mamá, mi piernita, ¡La están arrancando!!!
¡Mamita, defiéndeme!!!
Mamita, ¡Ayúdame!!!
Diles que se detengan, te juro que ya voy a portarme bien y no voy a darte más patadas.
¿Cómo es posible que hagan esto conmigo?
Él me las pagará cuando yo sea grande y fuerte, ¡Ay, mamá! Ya no aguanto más... ay... mamita, mamita, ayúdame...
Mamá, ya han pasado 17 años desde aquél día, y desde aquí arriba observo cómo todavía te duele haber tomado aquella decisión.
Por favor, ya no llores, acuérdate de que te amo y que aquí estaré esperándote con muchos besos y abrazos.
¡Te amo mucho!!!
Tu bebé.
“Lo que llevas o llevaste en tus entrañas es el más valioso regalo que Dios, puedo darte, no lo rechaces y si cometiste este error, reconcíliate con El Señor, ya que tu bebe estará en los cielos esperando recuperar el tiempo, que no pudo disfrutar junto a ti en este mundo”

Cuando Alguien te Ama

Cuando Alguien te Ama

Cuando alguien te ama, también es paciente contigo.

Cuando alguien te ama, toma las circunstancias de tu vida y las usa de una forma constructiva para tu crecimiento.

Cuando alguien te ama, está de tu parte; quiere verte madurar y desarrollarte en el amor.

Cuando alguien te ama, no derrama su ira contigo por todos los "errores" que cometes, aunque sean muchos.

Cuando alguien te ama, sufre profundamente cuando ve que te desvías del camino, pero espera confiadamente hasta que puede orientarte a que sigas la senda correcta.

Cuando alguien te ama, sigue confiando en ti cuando ni siquiera tú confías en ti mismo.

Cuando alguien te ama, nunca te dice que eres un caso perdido; más bien trabaja pacientemente contigo y te corrige de tal manera que es posible que te cueste entender la profundidad del cuidado que tiene por ti.

Cuando alguien te ama, nunca te abandona aunque muchos de tus amigos lo hagan.

Cuando alguien te ama, se queda a tu lado cuando llegas al fondo de la desesperación y se pone en evidencia lo que realmente eres. Pero no te juzga, sino que te sigue viendo como una persona hermosa, digna y llena de valor y significado.

Cuando alguien te ama de esa manera, te está demostrando el mayor de todos los dones, el perfecto e incondicional amor de Dios

El Amor de un Padre

El Amor de un Padre

El día que mi hija nació, sinceramente, no sentí gran alegría. ¡Yo quería un niño! En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de mi Andreita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, la veía en cada niña, todo mi mundo, era ella.

Una tarde, mi familia y la de mi amigo Raúl fuimos de picnic a la orilla de un río que había muy cerca de casa. De pronto la niña preguntó a su padre:

- Papi, cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo?

- Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que todavía falta mucho para que cumplas los quince?.

- Bueno papito, tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

Todos reímos con la ocurrencia de Andreita y seguimos disfrutando del picnic y hablando de otras cosas.

Pasó el tiempo y una mañana me encontré con Raúl frente al colegio donde estudiaba mi hija, que ya tenía catorce años. Le comenté con gran orgullo las excelentes calificaciones y los conmovedores comentarios que le habían escrito sus profesores.

Andreita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente, en el corazón de la familia, y especialmente en el de su papá.

Fue un domingo muy temprano que nos dirigíamos a la iglesia, cuando Andreita tropezó con algo, eso creíamos todos, y dio un traspié, su papá la sujetó de inmediato para que no cayera. Pero ya instalados en la iglesia, vimos cómo Andreita fue cayendo lentamente sobre el banco y perdió el conocimiento. La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi para llevarla al hospital; Andreita estuvo en coma durante diez días y fue entonces cuando le informaron a Oscar que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Le dijeron que no era algo definitivo, y que debían esperar a practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

Los días iban pasando, Oscar renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Andreita. Una mañana Oscar se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:

-¿Voy a morir, verdad? ¿Qué te dijeron los médicos?

- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan bueno no permitirá que pierda lo que más amo en mi vida, respondió el padre.

-Cuando alguien muere, ¿adonde va? Desde donde esté ¿podrá ver a su familia? ¿Sabes si se puede regresar? ... Preguntaba Andreita.

-Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo, pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, si hiciera falta utilizaría el viento para venir a verte.

-¿Y cómo lo harías?

- No tengo la menor idea hijita, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Oscar, la situación era grave, su hija se estaba muriendo y necesitaban un corazón urgentemente, pues el de ella no resistiría más de quince o veinte días.

¿De donde sacar un corazón? ¿Como conseguir uno?.

Ese mismo mes, Andreita cumpliría quince años. Y por fin, ocurrió lo que parecía imposible, fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.

El domingo Andreita ya estaba operada, todo salió como los médicos habían planeado. ¡�?xito total!

Sin embargo, Oscar no había vuelto por el hospital y Andreita lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que todo estaba bien y que su papá estaba trabajando para sostener la familia.

Andreita permaneció en el hospital durante quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.

Precisamente el día de su cumpleaños, le dieron el alta médica, Andreita estaba feliz e ilusionada. Al llegar a casa todos se sentaron en el sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre:  "Andreita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuanto tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi corazón, mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.  ¡¡Vive hija!!   ¡¡Te amo con todo mi corazón!!"

Andreita lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: �??Papá, ahora puedo comprender cuánto me amabas. Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir "TE AMO", perdóname por haber guardado silencio tantas veces".

En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y una suave brisa acarició las mejillas de Andreita, ella entre sollozos, sonrió, alzó la mirada al cielo, secó las lagrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.

Nuestros hijos son lo más hermoso que podemos tener.

Ámales, dedícales tus mejores momentos.

No descargues tus frustraciones sobre ellos ni les pongas en medio de discusiones o situaciones de tensión.

Cada día, a cada instante exprésales tu amor de diferentes maneras, y diles que los amas, aunque te cueste.

Fábula de la profesora

Fábula de la profesora

Una profesora en clase saca un billete de 20 euros y lo enseña a sus alumnos a la vez que pregunta: "¿A quién le gustaría tener este billete?". Todos los alumnos levantan la mano. Entonces la profesora coge el billete y lo arruga, haciéndolo una bola. Incluso lo rasga un poquito en una esquina. "¿Quién sigue queriéndolo?". Todos los alumnos volvieron a levantar la mano. Finalmente, la profesora tira el billete al suelo y lo pisa repetidamente, diciendo: "¿Aún queréis este billete?". Todos los alumnos respondieron que sí. Entonces la profesora les dijo: "Espero que aprendan una lección importante: Aunque he arrugado el billete y lo he pisado, todos lo querían porque su valor no ha cambiado. Muchas veces en la vida te ofenden, hay personas que te rechazan y los acontecimientos te sacuden, dejándote hecho una bola o tirado en el suelo. Sientes que no vales nada, pero recuerda, tu valor no cambiará nunca para la gente que te quiere. Incluso cuando sientas que estás en tu peor momento, tu valor sigue siendo el mismo.

Un día me volví invisible

Un día me volví invisible

No sé qué día es hoy, en esta casa no hay calendarios y en mi memoria los hechos, están todos confusos. Me acuerdo de aquellos grandes almanaques, ilustrados con las imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador. Ya no hay nada de eso, todas las cosas han ido desapareciendo, y yo también me voy borrando sin que nadie se dé cuenta.
Primero, como la familia aumentó de número, me cambiaron de cuarto; después me pasaron a otra habitación más pequeña que compartía con una de mis bisnietas y ahora ocupo el cuarto de los trastos, el que está en el patio de atrás, ese cuarto al que van a parar todas aquellas cosas que ya no se usan. Dijeron que cambiarían el vidrio roto de la ventana, pero se les olvidó y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que no le va nada bien a mis dolores reumáticos.
Desde hace tiempo tengo intenciones de escribir, pero me ha sido imposible; me he pasado semanas buscando un lápiz y cuando al fin lo encontré, lo dejé en algún lugar seguro para poder encontrarlo fácilmente, pero me he olvidado dónde lo puse y es que a mis años las cosas se pierden con demasiada facilidad.
La otra tarde me di cuenta que mi voz también había desaparecido. Lo supe porque cuando le hablo a mis nietos o a mis hijos no me contestan, todos hablan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos escuchando lo que dicen. A veces he intervenido en la conversación, segura de que lo que voy a decir no se le ha ocurrido a ninguno y les va a servir de mucho mi consejo. Pero no me oyen, no me miran, ni me responden…
¿Qué puedo hacer en estas situaciones? No lo sé, yo con una gran tristeza, me retiro a mi cuarto y allí termino de tomar mi taza de café, o lo que estaba haciendo.
Lo hago así para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido, y vengan a buscarme y me pidan perdón… pero de momento no ha venido nadie.
El otro día les dije que cuando me muera entonces sí me iban a extrañar, y el nieto más pequeño me preguntó: ¿Abuela, tú todavía estás viva? Les causó tanta gracia que no paraban de reír.
Pero yo estuve tres días llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas para la bicicleta y ni los buenos días me dio. Fue entonces cuando me convencí de que soy una persona invisible. Me sitúo en medio de la sala para ver si molestando me ven o me dicen algo, pero mi hija me mira y sigue barriendo sin tocarme, y mis nietos pasan corriendo de un lado a otro sin tropezar conmigo.
Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil, le llevé un té especial, que yo misma preparé, se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara. Él estaba mirando la televisión y ni con un simple parpadeo me dejó entender que se daba cuenta de mi presencia. El té se fue enfriando poco a poco… mi corazón también.
Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos al campo, me puse muy contenta, hacía tanto tiempo que no salía, y menos al campo.
El sábado fui la primera en levantarme, quise arreglar las cosas con calma, los viejos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para estar lista a la hora de la salida. Ellos entraban y salían de la casa corriendo, colocando bolsas y juguetes en el auto.
Yo ya estaba lista hacía rato y muy feliz me puse a un lado esperando que terminaran los preparativos del viaje. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en risas y cantos, comprendí que yo no estaba invitada; tal vez porque no cabía en el auto o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque.
Sentí cómo mi corazón se encogía, la barbilla me temblaba como cuando uno ya no aguanta más las ganas de llorar. Vivo con mi familia y cada día me hago más vieja, pero curiosamente, parece que ya no cumplo años, porque nadie me felicita, ni lo celebramos, todos están tan ocupados… Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes: ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan y se besan.
Ya no sé a qué saben los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que me daba tenerlos entre mis brazos como si fueran míos, sentía su suave y tierna piel y su cálida respiración muy cerca de mí, sus vidas tan nuevecitas se me metían en el corazón como un soplo de brisa fresca y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar… Pero un día mi nieta Laura que acababa de tener un bebé, me dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños por cuestión de salud; entonces ya no me acerqué más a los niños, por temor a que les pasara algo a causa de mis imprudencias. Tengo miedo de contagiarles algo terrible.
A pesar de todo yo los bendigo y los perdono, porque ¿Qué culpa tienen ellos de que yo me haya vuelto tan poco útil?
Este relato es crudo, pero real. Muchos de nosotros no toleramos la actitud de los ancianos, aunque ellos tuvieron toda la paciencia del mundo, para criarnos, educarnos y ayudarnos a ser lo que somos. Ellos pusieron toda la atención a nuestras primeras palabras, eran incomprensibles, ni sabíamos lo que decíamos… y hoy no los escuchamos porque dicen tonterías.
Recordemos que la vida es como un eco que te devolverá lo que tú le ofreces.
Amar, cuidar, respetar a los ancianos y no hacerlos sentir invisibles, no solo es un acto de amor, es un acto de justicia.
«Si permites que tus hijos traten a sus abuelos como en esta historia, ya sabes cómo te tratarán cuando tu seas mayor»

Quiero volver a confiar

Quiero volver a confiar

Fuimos criados con principios morales comunes, cuando éramos niños, madres, padres,
profesores, abuelos, tíos y vecinos. Eran autoridades dignas de respeto y consideración.
Era inimaginable responder o tratar sin mostrar respeto a los más ancianos, a maestros o
autoridades… Era una falta de educación.
Confiábamos en los adultos porque todos eran padres, madres o familiares de todos los
chicos vecinos del barrio. Solo teníamos miedo de la oscuridad, de los sapos, ratones, o
películas de terror.
Hoy tengo una tristeza infinita por todo lo que hemos perdido. Por todo lo que mis nietos
un día temerán. Por el miedo que percibo en la mirada de los niños, jóvenes, viejos y adultos.
¿Pagar las deudas es ser tonto?…
¿Amnistía para los estafadores?…
¿Los honestos son ridículos?…
¿No aprovecharse de la situación es ser necio?
¿Qué pasó con nosotros…? Profesores maltratados en las aulas, comerciantes amenazados por traficantes, los corruptos pavoneándose de su poder, rejas en nuestras ventanas y puertas.
Cada uno encerrado en su mundo. Hijos exigiendo regalos o dinero por pasar de curso.
¿Dónde están los valores, la moral y la ética? ¿Qué tenemos que dar para recibir un abrazo?
¿Desde cuándo a lo correcto se lo considera ridículo?
Más vale un auto caro que una amistad auténtica. Es más importante una televisión de pantalla gigante que una conversación entre amigos o familiares. Más vale un traje de Armani que un diploma. En definitiva, vale más parecer, que ser…
Ya estoy harto de vivir asustado y encerrado por temor.
¡Quiero sacar las rejas de mi ventana para poder tocar las flores!
¡Quiero sentarme en la vereda y poder tener la puerta abierta en las noches de verano!
¡Quiero que la honestidad vuelva a ser motivo de orgullo!
¡Quiero que se vuelva a poner de moda la rectitud de carácter, la cara limpia y la mirada
a los ojos!
¡Quiero esperanza, alegría, confianza y fe!
¡Quiero que nos avergoncemos de lo que está mal y seamos solidarios!
¡Quiero volver a enorgullecerme de nuestros líderes políticos, sindicales y religiosos!
¡Quiero que la palabra de honor dada por un hombre, vuelva a ser sinónimo de juramento!
¡Quiero ser y no simplemente tener y hacer!
¡Quiero recuperar la verdadera vida, simple como la lluvia, limpia como el cielo de abril,
refrescante como la suave brisa de la mañana!
¡Y definitivamente lo quiero para tí, tanto como para mí!
Sueño con un mundo sencillo para todos. Un mundo que tenga el amor, la caridad, la solidaridad,
el respeto, el perdón…como valores incuestionables. No puedo tolerar ciertas
cosas; la corrupción, la falta de ética, de moral, de respeto… me indignan.
Volvamos a ser los protagonistas de nuestra propia vida y a recuperar el tesoro que hemos
ido perdiendo poco a poco durante todos estos años. Es la única manera de construir un
mundo mejor, más justo, donde las personas se respeten, dejemos de estar crispados, de
abusar unos de otros y podamos tener verdadera paz en nuestro corazón.
¿Utopía?… es posible, pero por lo menos, hagamos el intento. Nuestros hijos se lo merecen
y nuestros nietos nos lo agradecerán.
«Comparte este mensaje con tu familia y amigos, tal vez ellos tengan el deseo de encontrar el
tesoro perdido»

martes, 21 de junio de 2016

¡¡Feliz día de San Valentin!!


Ánimo | 9909 lecturas
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo, para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa y mientras lo curaba, le pregunté qué era eso tan urgente
que tenía que hacer.
Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos, para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado.
Mientras terminaba de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
–No, me dijo. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces, le pregunté extrañado:
–Si ya no sabe quién es usted, ¿Por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas? Me sonrió y dándome una palmadita en la mano me dijo:
–«Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella»
Tuve que contener mis lágrimas mientras salía y pensé: Esa es la clase de amor que quiero para mi vida.
«El verdadero amor no se reduce a lo físico, ni a lo romántico. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es»?
Ánimo | 9909 lecturas
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo, para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa y mientras lo curaba, le pregunté qué era eso tan urgente
que tenía que hacer.
Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos, para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado.
Mientras terminaba de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
–No, me dijo. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces, le pregunté extrañado:
–Si ya no sabe quién es usted, ¿Por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas? Me sonrió y dándome una palmadita en la mano me dijo:
–«Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella»
Tuve que contener mis lágrimas mientras salía y pensé: Esa es la clase de amor que quiero para mi vida.
«El verdadero amor no se reduce a lo físico, ni a lo romántico. El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es»?

A mis Padres

Familia | 65573 lecturas

No me deis todo lo que os pida; a veces lo hago para ver cuánto puedo obtener.
No me deis siempre órdenes; si me pidierais las cosas con cariño, yo las haría más rápido y con más gusto.
Cumplid las promesas buenas o malas; si me ofrecéis un premio, dámelo... pero también dame el castigo si me lo merezco.
No me comparéis con nadie, especialmente con mis hermanos, no sería justo y me hace sufrir.
No corrijáis mis faltas delante de otros; enseñadme a mejorar cuando estemos solos.
No me gritéis; os respeto menos cuando lo hacéis. Además aprendo a gritar también y no quiero hacerlo.
Dejadme hacer las cosas por mí mismo; si lo hacéis todo por mí yo nunca aprenderé.
No digáis mentiras delante de mí, ni me pidáis que las diga por vosotros, aunque sea para sacaros de un apuro; me hacéis sentir mal y perder la fe en vuestra palabra.
Cuando yo hago algo mal, no me exijáis que os diga el porqué, pues a veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocados en algo, admitidlo para que crezca la opinión que tengo de vosotros y así me enseñareis a admitir mis equivocaciones.
Tratadme con la misma amabilidad y cordialidad con que tratáis a vuestros amigos; ya que, aunque sea vuestro hijo, también podemos ser amigos.
No me digáis que haga lo que vosotros no hacéis. Yo siempre aprendo, no por lo que me decís que debo hacer, sino por lo que veo que hacéis.
Enseñadme a conocer y amar a Dios, pero recordad que quiero aprenderlo a través de vuestro ejemplo.
Cuando os cuente un problema, no me digáis: “No tengo tiempo para tonterías” o “Eso no tiene importancia”; tratad de comprender y ayudadme. Para mí es importante.
Amadme mucho y decídmelo a menudo, a mi me gusta oírlo, aunque penséis que no es necesario.
“Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo, no se apartará de él”Proverbios: 22 / 6

Unos minutos para mi hijo

Familia | 63059 lecturas

Con voz tímida y unos ojos llenos de expectativas, el pequeño recibió a su padre cuando regresaba del trabajo y le preguntó:
–Papá, ¿Cuánto ganas por una hora de trabajo?
El Padre con gesto extraño le respondió: –Hijo esas cosas no se las digo ni a tu madre, así que no me molestes que vengo muy cansado del trabajo.
Pero el niño insistió: –Pero papa, por favor dime, cuánto ganas por hora.
Para terminar con el asunto el padre respondió: –Gano aproximadamente cinco dólares por hora.
Sin inmutarse, el niño mirándole fijamente a los ojos le preguntó: –Papá, ¿Podrías prestarme dos dólares?
El hombre desconcertado por la situación le dijo con brusquedad: –¿Por eso querías saber cuánto gano por hora, no?
Vete inmediatamente a la cama, hace rato que deberías estar durmiendo en lugar de estar aquí molestándome.
Al cabo de unos minutos el padre reflexionó sobre lo que había ocurrido, se sentía mal y como faltaban pocos días para Navidad, pensó que quizás su hijo quería el dinero para comprar algún regalo… así que fue hasta el cuarto del pequeño y con una voz muy suave le preguntó:
–¿Duermes hijo? –No papá respondió el pequeño.
–Escucha hijo, aquí tienes los dos dólares que me pediste. –¡Gracias papá! dijo el niño y acto seguido metió sus manitas debajo de la almohada y sacó tres dólares más.
Entonces le dijo: –¡Papá ahora sí que estoy contento, por fin tengo los cinco dólares que quería!
–¿Para qué quieres esos cinco dólares?, dijo el hombre.
–El niño extendió los billetes hacia su padre y le preguntó: –Papá ¿Podrás ahora dedicarme una hora de tu vida?
¡Papá, mamá, abramos los ojos de una vez! Nuestros hijos necesitan de nosotros. No necesitan solamente amigos y que alguien supla sus necesidades económicas y les de abrigo, ropa, comida, libros, zapatos, juegos, etc.
Necesitan desesperadamente modelos de vida, modelos masculinos y femeninos para poder desarrollarse adecuada y equilibradamente.
Dedícales a tus hijos el tiempo que necesitan. La televisión y los videojuegos no podrán aportarles lo que puede brindarles pasar unos minutos al día junto a ti. Y no te excuses diciendo que no tienes tiempo, porque no estamos hablando de horas, sino de algunos minutos al día, pero eso si, tendrán que ser minutos de calidad, minutos en los que puedas expresarles a través de cualquier actividad o de simplemente estar juntos sin hacer nada, que ellos son importantes, que tienen valor como personas, que les consideras y les amas por lo que son.
«Piensa una cosa, si tú no lo haces, fácilmente aparecerá alguien que estará dispuesto a hacerlo por ti»

Ámame como eres

Amor | 72015 lecturas

Yo soy tu Dios… tu Señor… tu Creador… tu Salvador… tu Maestro… tu Hermano… tu Amigo…
Conozco tus miserias, así como las aflicciones y tribulaciones de tu alma…
Soy consciente de la debilidad y enfermedad de tu cuerpo, lo mismo que de tus pecados…
Aunque seas débil en la práctica del deber y en la virtud y caigas nuevamente en los mismos pecados de siempre, que ya sé, que no quieres cometer…
A pesar de todo, Yo te digo: “Dame tu corazón y ámame tal como eres”
Si esperas ser un ángel para amarme, si esperas a ser perfecto, no me amarás jamás.
¿No podría Yo, acaso, hacer de cada grano de arena un serafín radiante de pureza, de nobleza y de amor, que me sirviera y obedeciera a la perfección?…
Sin embargo, yo prefiero el amor de tu corazón tal y como estás.
Dame tu amor y te enseñaré a amar más allá de lo que nunca has soñado…
Ámame como eres…
¡Ámame! y confía en mí en todo instante, en cualquier situación, en el fervor o en la tibieza, en la fidelidad o en la infidelidad, ámame como eres, y confía en mí…
Hijo mío, yo no necesito tu ciencia ni tu talento, tan sólo quiero el canto de amor de tu corazón,
Sí, claro que quiero transformarte, pero poco a poco, por ahora te quiero como eres y deseo que tú hagas lo mismo.
Quiero que pienses y confíes en mí a cada hora del día y de la noche, quiero que la acción más insignificante, que hagas, la hagas por amor a mí.
No dudes, ten Fe y confía en Mí.
“Dame tu corazón y ámame tal como eres” 

La necesidad de un padre

Familia | 40533 lecturas

Un conocido me escribió hace algunos años una carta en la que me contaba ciertas experiencias que había vivido cuando era un jovencito.
Desde niño hasta mi adolescencia, fui una persona muy rebelde. No obstante, cuando mi padre empezó a pasar más tiempo conmigo, experimenté una impresionante transformación.                           
Mi padre se iba a trabajar al medio día y regresaba por la noche muy tarde. Cuando yo me levantaba él estaba durmiendo, y cuando yo llegaba del colegio, él ya se había ido a trabajar. Casi nunca lo veía, a excepción de unas pocas horas los fines de semana.
En aquellos años me metí en muchos problemas. Robaba dinero para mis caprichos y en el colegio me iba muy mal.  A los catorce años me detuvieron por robar en un comercio y me enviaron a un correccional. La primera reacción de mi padre fue de enfado, pero después se dio cuenta de que la culpa había sido suya por no haber desempeñado mejor su papel de padre.

Cambió de trabajo para poder pasar más tiempo conmigo, de manera que cuando llegaba del colegio, él ya estaba en casa. Pasábamos mucho tiempo juntos, empezó a interesarse por mi rendimiento escolar, a ayudarme con mis tareas y en lugar de irse a pasar el tiempo en algún sucio salón de billar con sus amigos, me llevaba a un centro recreativo donde practicabamos varios tipos de deportes.

Mi vida cambió gracias a que mi padre me expresó su amor y comprensión. En el colegio mis notas mejoraron tanto que llegué a estar en el cuadro de honor. Hice nuevos amigos, chicos estudiosos y respetuosos que no se metían en líos.

Ahora me doy cuenta que aunque exteriormente me mostraba duro, interiormente necesitaba y anhelaba amor, atención y compañía. La clave, fue el amor que mi padre supo expresarme, pasando tiempo conmigo.

Todos los niños necesitan un padre o al menos una figura paternal de alguien que les transmite admiración, cariño, ternura, valor, alguien que tiene fe en ellos, que disfruta de su compañía y que tienes ganas de estar con ellos. En realidad todos necesitamos ser comprendidos, tener a alguien que se pongan en nuestro lugar, que se interese por nosotros cuando nos sentimos decepcionados, que nos sostenga cuando perdemos la esperanza y que esté a nuestro lado para celebrar las alegrías y los logros alcanzados.

¿Reciben tus hijos ese amor? Muchas veces quizas no sepas que hacer con ellos, porque todo lo que digas les entrará por un oido y les sale por el otro. Puedes aconsejarles de mil maneras y decirles las consecuencias que pueden tener por llevar una vida desordenada. Puedes decirles todo lo que quieras, que por bueno y acertado que sea, si tus palabras no estan revestidas de amor, paciencia, afecto, ternura y cariño, de nada servirán.

«Porque no se trata de decir lo correcto, sino de ser correctos... no se trata de explicar, sino de vivir... no se trata de enseñar o informar, sino de lo que les transmitimos a traves de nuestras actitudes, reacciones, conducta... que es en definitiva lo que ellos captan a pesar de nuestras palabras»

lunes, 20 de junio de 2016

La historia de un soldado

REFLEXIÓN SOLDADO


"Una historia que fue contada por un soldado que pudo regresar a casa después de haber peleado en la guerra de Vietnam. Le habló a sus padres desde San Francisco. "Mamá, Papá. Voy de regreso a casa, pero les tengo que pedir un favor, traigo a un amigo que me gustaría que se quedara con nosotros.

"Claro," - le contestaron -, "Nos encantaría conocerlo "Hay algo que deben de saber", - el hijo siguió diciendo-, El fue herido en la guerra. Piso en una mina de tierra y perdió un brazo y una pierna, él no tiene a donde ir, y quiero que venga a vivir con nosotros a casa.

"Siento mucho el escuchar eso, hijo. A lo mejor podemos encontrar un lugar en donde él se pueda quedar. "No, Mamá y Papá, yo quiero que él viva con nosotros. "Hijo," -le dijo el padre, - Tú no sabes lo que estas pidiendo. Alguien que esta tan limitado físicamente puede ser un gran peso para nosotros.  

Nosotros tenemos nuestras propias vidas que vivir, y no podemos dejar que algo como esto interfiera en ello. Yo pienso que tú deberías regresar a casa y olvidarte de esta persona. El encontrará la manera en la que pueda vivir sólo."

En ese momento el hijo colgó la bocina del teléfono. Los padres ya no volvieron a escuchar de él. Unos cuantos días después; los padres recibieron una llamada telefónica de la policía de San Francisco. Su hijo había muerto después de que se había caído de un edificio, fue lo que les dijeron.

La policía creía que era un suicidio. Los padres destrozados de la noticia volaron a San Francisco y fueron llevados a la morgue de la ciudad para identificar a su hijo. Cuando lo reconocieron, para su horror, descubrieron algo que no sabían. Su hijo tan sólo tenía un brazo y una pierna.

Los padres de esta historia son como muchos de nosotros. Encontramos muy fácil amar a esas personas que son hermosas por fuera o que son entretenidas, pero no nos gusta la gente que nos hace sentir alguna inconveniencia o que nos hace sentir incómodos. Preferimos estar alejados de personas que no son muy saludables, hermosas o inteligentes como lo somos nosotros.

Afortunadamente, hay una persona que no nos trata de esa manera. Alguien que nos ama con un gran amor, que siempre nos recibirá en su casa, no importa que tan destrozados estemos, física o mentalmente. Esta noche, cuando te dispongas a dormir, haz una oración a Dios para que El te dé la fuerza para aceptar a las personas, tal y como son, y para que nos ayude a ser más comprensivos con esas personas que son diferentes a nosotros.

La caja llena de besos



La historia va así:Hace ya un tiempo, un hombre castigo a su pequeña niña de 3 años por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorado. El dinero era escaso en esos días por lo que exploto en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja para ponerla debajo del árbol de navidad.
La niña le llevo el regalo a su padre la siguiente mañana y dijo:"Esto es para ti Papito", Él se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero este volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía.
Le volvió a gritar diciendo: "¡¿Qué no sabes que cuando das un regalo a alguien, se supone que debe haber algo adentro?!"
La pequeñita volteo hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo, "Oh papito, no esta vacía, yo sople besos adentro de la caja, todos para ti papito".
El Padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplico que lo perdonara.
Se ha dicho que el hombre guardo esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, el tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que suniña había puesto ahí.
En una forma muy sensible, cada uno de nosotros hemos recibido un recipiente dorado, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijosamigos, familia o de Dios.
Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que esa.

¡Quédate aquí!

Reflexiones | 30674 lectura

Quédate aquí, –dijo la mujer, aparentando dulzura, aquí vas a estar muy bien.
Verás correr a los perritos y te vas a divertir mucho. A continuación puso una bolsa con pañales a su lado y una nota escrita que decía: «Me llamo John King y padezco de Alzheimer», y desapareció, abandonando al anciano en una pista de carreras de perros.
La que abandonó al anciano era Sue Gifford, una mujer de cuarenta y un años de edad y el anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos años, y víctima de Alzheimer.
Para librarse de la carga que significa esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la condenó a seis años de prisión.
Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda una comunidad. Se sabe que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente inhabilitada y no puede valerse por sí misma. Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor de si.
No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano: «Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre. Así podrán vivir muchos años en el país que les voy a dar» Éxodo 20:12.
Este es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés. Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea y especialmente si es sólo por quitarnos de encima el estorbo que ellos representan, es el colmo de la ingratitud y el desprecio.
Hay excelentes establecimientos especializados para prestar la debida atención a los ancianos.
Muchos hijos, con sabiduría y cariño, internan allí a sus progenitores, porque se les hace imposible convivir con ellos. Pero no los abandonan, siguen en el corazón de cada hijo, se toman el tiempo de estar con ellos demostrando preocupación y ternura.
Sin embargo, cuando se da el caso de hijos que no tienen la facilidad de internar a sus padres en lugares como esos, tiene que ponerse en juego otros recursos. Aquí es donde entra un amor muy especial y un cariño único.
El mandamiento de honrar a los padres viene de Dios. También viene de Dios, para quien lo desee, la inspiración, la paciencia y la determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos divinos.
«Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros los que recibamos esa honra»